20 de noviembre de 2007

Sunescan! Dalunabuso!

El imán el imán. Sí, si usted padece de locura pseudo estupefacientítica (?), es seguro que cosas locas le van a ocurrir, porque es el imán, la rueda de la vida.
Esas cosas locas como que se te acerque una monja, con sospechosa voz masculina afeminada...diciendote que en tu cara ve el pecado y que si querés redimirlo solamente tenés que pagar una humilde entrada de teatro de 15 pesos, e ir a ver la obra. No solamente eso: Te llevás un sanguche de salame con tu entrada. ¡Quién lo diría!. La cosa no era ir a la iglesia a confesarse, era comer un sanguche de salame viendo una pedorrísima obra teatral.
Claro, miramos a la monja y seguimos caminando, total más adelante Camelot (Conocida comiquería donde querés comprarte hasta las baldosas) nos quitaría el susto.
No obstante...por ahí vas caminando tranquilamente por lavalle, y te para una chica a ofrecerte un polvito. Un polvito mágico que, según ella, realza el amor que puedas tener con una persona. Te bancas las ganas de reirte en su jeta, mientras ella te explica que en realidad "es azúcar impalpable con brillantina que unos nenitos del colegio pendorcha preparan para sarasa sarasa". ¡Mirá vos!. Encima que el polvito no era mágico, y que me miente en el rostro de la cara, ¡me quiere enchufar azúcar que no se toca con piedritas milimétricas de coloritos!.
Y ahí no terminaría, porque podría nombrar al anciano que aprovechando verme sola a las 5am con una cerveza en la mesa, en la calle (Habrá pensando que era una especie de borracha anónima), vino a "comentarme" al pasar, que era linda noche, para ir a dormir pero no estando solo (?); para luego irse hablando bajito.
Voy a concluir con una frase célebre, de domingo Les Lutheriano, de plaza Argenta, de infancia:
"Pirulinnn pirulinn, que rico ay pero que delicioso el pirulin, ay delicioso". Su creador poco más y se comía todos los pirulines solo con cara de extasiado, un poco exagerado el buen hombre.
Eeeeen fin...
Un saludo a mi mamá, a mi papá, y a la señora que mientras miraban Les Luthiers le masajeaba la cabeza a un señor sentado, con cara orgásmica ella. ¡Dios me libre!.

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