28 de enero de 2011

Gente desechable

Gente que debería, ser desechable.

Les quiero compartir una historia que me enteré vía facebook (esas historias que llegan para marcar algo en nosotros, algo que nunca más se va a ir).

Simona era la ovejera de Jimena, una nena hipoacúsica, cuya vida cambió en el momento en que esta peludita se convirtió en su compañía. Cambiaron los juegos, cambiaron las sonrisas, cambió la comunicación, cambió todo. Simona y Jimena se convirtieron en una, formaron un vínculo tan transparente e increíble que parecía cosa de magia.
Simona se asustó en Navidad con toda esa perorata innecesaria de pirotecnia que la gente tiene, por puta costumbre, tirar en las fiestas, y huyó despavorida de su casa. No la encontraban, no aparecía, la nena empeoraba, ya no quería vivir sin su amiga. Ya no tenía esa mitad tan importante de su alma que la impulsaba a seguir adelante cada día.
Y entonces la familia de Jimena se enteró de que un hombre tenía a la perra, y no la devolvía.
Y no la devolvió.
Y Jimena se fue... perdió las ganas de vivir en un mundo donde ya no tenía a su perrita.


Ahora una familia quedó destrozada, mientras un tipo realmente hijo de puta, se cagó en todo, y no se dio cuenta -o no quiso darse cuenta- del daño que podía causar por el sólo hecho de no devolverle a alguien, su mascota. Su amiga. Su alma.
Esto va más allá de que uno sea "animalero" y sienta lo que siente (y lo que realmente, en mi caso, me pasa, porque son mi locura, son mi debilidad) por los animales. Hay vínculos que se crean con ciertas mascotas que son imposibles de explicar, de describir. Es magia pura, magnífica. Están a un nivel de entendimiento maravilloso, que va más allá de todo.
Hay gente que no conoce el grado de daño que causa, que puede llegar a causar en otra persona. Y estas cosas no se tienen que dejar pasar sin, al menos, decir algo al respecto.
A mi, por lo menos, como ser humano que me tocó ser, me da vergüenza ajena, pero sobre todo me da MUCHO ASCO, pertenecer a la misma raza que personas como ese hombre. Pero creo fuertemente en que "todo vuelve", y ya va a sentir en carne propia, de alguna forma, el daño que ha causado.
Realmente, no tengo otras palabras para decir esto.
Que la historia de Simona y Jimena no se repita.
Que aprendamos a respetarnos unos a los otros, y entendamos que los animales no son adornos que nos decoran un sillón o una pieza.
Que reforcemos estos vínculos que nos alejan, cada vez más, de ser seres RACIONALES.


Para más información, les dejo el link (para los que tengan acceso) del perfil que se ha creado para la familia de Jimena: La página de Simona y Jimena.

23 de enero de 2011

Ejercitando calores

Es verano en Buenos Aires, pero la rutina continúa. Y parte de la rutina es hacer lo posible por seguir yendo al gimnasio, como venías haciendo todos los meses anteriores, para no volver a convertirte en una masa amorfa que se sacude cual mayonesa líquida al caminar.
La voluntad está. A pesar del calor, la frente en alto, la actitud 100% que viene a raíz de empezar a notar que realmente tenías músculo debajo de todas esas capas simpáticas de grasa, y porque es cierto, te sentís mucho mejor.
Una cosa así.


Allá vamos, y como uno se siente bien todo el año, no le hace caso a los 35ºC que hay en la calle. "Acá estoy yo y mis pequeños músculos recién nacidos".
En la mayoría de los gimnasios, si bien hay ventiladores (lo menos que podían hacer), el tufo sigue existiendo, y en éstas épocas aumenta a niveles insospechados. A eso le sumamos la cantidad de gente nueva que aparece o que reaparece en ésta época a raíz de la culpa que siente por morfar helado todos los días, o los estragos que se causan a sí mismos cuando se van de vacaciones, y el oxígeno o el frescor que podría haber adentro de dicho recinto de ejercitación feliz es prácticamente nulo.

Te recontra cagás de calor, en pocas palabras.

Entrás como un dios. "Es verano, hace calor, pero yo vengo igual". Botellita de agua en mano, peinadito aún quieto, todavía sin transpirar. Feliz. Decidido. Campeón.

Salís hecho un desastre. El pelo para cualquier lado. La botellita vacía emanando calores. La frente baja, chorreando agua a lo bestia. Las axilas radioactivas. La remera/musculosa que probablemente deberías tirar a la basura en vez de asesinar al lavarropas con tremebundo olor a sobaco.


Y posiblemente le pedís al chico de la recepción, luego de despedirlo, si te puede sacar a empujones de escoba del gimnasio, porque no podés siquiera mantenerte parado.
Oh sí, el verano de Buenos Aires. Una delicia de la vida.






Lo odio.

16 de enero de 2011

El *no* placer de manejar

Siento un terror supremo al tráfico de la ciudad de buenos aires. No me gusta la locura de la gente, el apuro, el bocinazo. Nada, el horror.
Por ende, jamás quise aprender a manejar, a pesar de tener un auto que los fines de semana se ríe en solitario en el garage de mi casa.
Cuestión que, finalmente, me decidí a fines del año pasado a tomar un curso de manejo, luego de masticarme repetidas insistencias de parte de varios conocidos, acompañadas de sermones tales como "cuanto más viejo uno se pone, es más difícil aprender" (no sé por qué uno tiene que tener registro sí o sí antes de los 20, si no la gente se horroriza cuando decís que no sabés manejar). A esto le sumo que, más de una vez, en momentos en que necesité que algún alma caritativa me lleve/traiga en auto por X urgente motivo, esas almas caritativas no existieron (no existieron como tales, sí como cerdos malolientes egoístas y soretes de autos estacionados como adornos).
Así que un día dije basta, y me animé. Y llamé a la autoescuela. Y reservé un paquete de 10 clases.
Los nervios no me dejaban vivir. Era un suplicio tener que ir hasta ahí (les recuerdo mi terror a la calle).
Para seguir con la mala racha, mi instructor me cayó mal desde el primer día. Típico langa, que boludea sin parar con el reputo maldito telefonito. Yo le decía que quería aprender a sacar bien el auto antes que ir a enfrentarme al tránsito de autos apurados y colectivos, pero no, el señor hacía lo que se le cantaba. Asqueroso, sobrador.
Volvía a mi casa con cada vez menos ganas de seguir yendo al curso con el orate ese.
Pero como soy una previsora (?), había pagado solamente la mitad del curso, y decidí ir a terminarlo a otra autoescuela de las cercanías. Sí, tomá para vos, instructor de la desgracia.
En el día de la quinta clase, me dirigí con la frente en alto, el rostro moldeado por la seguridad, el dedo índice elevado listo para escupir un "NO TE BANCO GILASTRÚN, ME VOY A OTRO LADO". La felicidad, la tranquilidad de saber que en pocos instantes no vería más al amargo ese ya me embargaban.
Pasos lentos y certeros, mientras disfrutaba el llegar sabiendo lo que seguía.
Llegando a destino.
¿Oia? ¿La reja baja?
Cerrado.
No sólo cerrado, "cerrado por duelo".
La cantidad de felicidad que profesaba muta en un pequeño cúmulo de culpa. "¿Lo habré matado al hijo de puta pobre hombre con el pensamiento?"
Con un poco de carga negativa encima vuelvo a casa. Instantáneamente me doy cuenta de que había safado de dar la cara, y podía, cual rata de alcantarilla, irme ya a la otra autoescuela, total a mi nadie me avisó que cerraban (más de uno me dijo "no te van a llamar a vos a avisarte que hay un muerto y pedirte disculpas por perder la clase" pero para mi era suficiente excusa para borrarme).
Pasada una semana, casualmente paso por el lugar. "Cerrado por duelo". Ya me estaba pareciendo extraño. A los pocos días, lo mismo... pero logré avistar a unas amables señoras chusmeando en la puerta del lugar, quienes me facilitaron la siguiente información, corroborada luego vía internet:



Y ese señor de poca paciencia hacia su esposa, era mi instructor de manejo.
Más que "cerrado por duelo", le hubiera puesto "cerrado por forro".
Y yo, sin tener que decirle nada a nadie, procedo a ir a otra autoescuela, donde espero no toparme con ningún asesino o ente de dudosa procedencia.

10 de enero de 2011

Pierce

Lo malo de tener un piercing en la nariz, uno de argollita, es que tengo una adicción con darle vueltas y vueltas. Es inexplicable lo divertido que es, más cuando es un aro tan viejo (casi 10 años, en breve), y ya el "buraco" está acostumbrado a mi juego.
Como decía, esto tiene algo malo. Y es que pareciera que me estoy sacando un moco. Pero no sólo sacándolo, sino haciéndolo una bolita. La gente siempre me mira, supongo que esperando que yo saque "la obra maestra" y la admire (como hace la gente que se saca mocos), en vano, para después poder exclamar con total libertad algo como "Ay, que guaranga" o "sos una negra pata sucia".


Señora, por más que siga buscando que yo saque una bola de secreción con polvo de mi orificio nasal izquierdo, todo lo que va a ver es mi cara de "estoy colgadísima y disfrutando el jueguito".

Son esas cosas de la vida que, sin motivo, nos dan cortos segundos de placer.
Y con esto me refiero a los que, como yo, aparentan algo que no es. Ahora, el que se come los mocos sin ningún disimulo por la vida (¿será que no son disimulados, o yo tengo el poder de poner el ojo justo cuando alguien se lo morfa?), es un cerdo.

8 de enero de 2011

Búsquedas laborales varias

Cada día que entro a mirar los avisos, y ver a donde puedo mandar los malditos CV's a la espera de que algún alma caritativa en algún momento se digne a responderme -aunque sea para decirme que no, che- me encuentro con alguna cosa loca.
O piden edades estrambóticas, o experiencia que no puede tenerse en esta vida ("de 18 a 21 años con tres años de experiencia mínima" ¿lo qué?), o cosas raras como "excelente presencia enviar foto de cuerpo entero (...)". Pero esto, es la primera vez que lo veo:



Una empresa de constricción.

Constricción:
En medicina, sensación de opresión especialmente dolorosa en el pecho.


Tener una entrevista para esa empresa puede ser infartante.
¡Tucutúm, pish!

4 de enero de 2011

Primer queja del año

No podía ser de otra manera.
¿No se pudren de hacerle señas al colectivo y, más de una vez, encontrarse con que este les sigue de largo? A mi la verdad me pasa sobre todo cuando estoy apurada, o ya salí un poco tarde de casa. Y no hay cosa que me ponga de peor humor cuando recién arranca mi día.



Al ser una docta en el tema de pérdida de transporte público, aprovecho las innumerables poquísimas ocasiones putamadrequelosrepariócolectiverosdelorto en que esto me ocurre para dejar volar mi imaginación e imaginarme que, de poder elegir en ese mismísimo instante poseer un maravilloso e inigualable super poder, este sería....

¡¡Transformación!!




¡¡¡VENÍ PARA ACÁAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA, JODEPUTTTTTTTTTTTTTTT!!!