19 de septiembre de 2004

Esperando

Ella era una niña alegre, despreocupada. Le gustaba jugar con sus amigas dando vueltas a la plaza, caminar con su mamá por los grandes mercados o simplemente saltar, jugar, correr, gritar. Era una chica inocente, muy inocente, sana, de pensamientos puros, de imaginación activa. Era feliz en su pequeño mundo de constante color, en su pequeña burbuja de Arco Iris.
Pero la curiosidad por el mundo más grande la llevó hasta el punto de querer crecer.
Poco a poco esa curiosidad la absorvió hasta un punto sin retorno. Ella crecía y quería saber que significaba ser grande y tener otras responsabilidades, otras historias para contar que no fueran las figuritas nuevas que se compró o las vueltas que dió a laplaza en compañía de sus amigas, o lo mucho que se divertía cocinando galletitas con su mamá. Quería entender ese mundo dónde las personas se veían más grandes, dónde abundaban las presiones y sobraban las palabras extrañas. Qué era ese mundo? Por qué no podía ser parte de él? Ya no quería jugar.
En corto tiempo pudo entrar en ese sinfín de cambios y la ida y venida de personas, de actitudes, de sentires. Una ida y venida que se dió cuenta: no tenía fin.
Y pudo sentir el dolor de una partida. El dolor de una pérdida. La pesadez de una elección que le costase tomar. El agotamiento de una pelea con un ser querido. Las lagrimas derramadas cuando alguien sin más ni más nos dice adiós. La penumbra de sentirse sola, completamente sola. La falta de afecto de las personas, la falta de consideración, la frialdad.
Y en su tristeza añoró dar vueltas en la plaza apurándose a llegar a las hamacas antes de que "la misma nena de siempre se la robase". Añoró ir al kiosco y comprarse el paquetito de figus que al tirmo de un "Lateee, nolaaa" iba a decorar cada recreo. Añoró sentarse en la puerta de su casa con una cajita de ensueños llena de juguetes con los cuales pasar una tarde completa sin advertir el paso del tiempo y la rapidez de los cambios.
Y allí, la mujer sentada en la cama de la que siempre fue su habitación, lloró. Y sufrió al darse cuenta de que no quería seguir con eso. No quería seguir aprendiendo. Saber que seguía teniendo frente a ella el camino incierto del crecimiento y los sufrimientos que la esperaban. Lloró al recordar aquella niña de la cual había perdido casi todo.
Y en la oscuridad de la habitación estiró los brazos hasta encontrar aquella caja con las imágenes de un pasado que ella estaba persiguiendo. Y al encontrarlas...imágenes de la antigua felicidad, suspiró. Imágenes de cuando alguna vez se sintió feliz. Y se preguntó el por qué del sufrimiento, el por qué de las pérdidas, el por qué. Pero en lugar de respuestas le aparecían más preguntas.
Y allí se quedó, contemplando. Deseando encontrar esa pequeña porción de niñez que aún le brotaba muy dentro del alma. Y asi se quedó...
Esperando.

P/D: Efectos colaterales que pueden producir en mi un domingo como el de hoy, eh?

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