Una historia de logros, aventuras y aprendizaje.
Érase una vez en un pueblito alejado, liamado Cardola, habitaban unos hermosos maizales. En esos maizales estaba la Tierra de los Choclos, ciudad fundada allá por el 1956, luego de la guerra de Independencia de Verdeos de Verano...cuando el Maíz pudo finalmente rebelarse contra el sistema agropecuario y formar su propio estado.
Érase una vez en un pueblito alejado, liamado Cardola, habitaban unos hermosos maizales. En esos maizales estaba la Tierra de los Choclos, ciudad fundada allá por el 1956, luego de la guerra de Independencia de Verdeos de Verano...cuando el Maíz pudo finalmente rebelarse contra el sistema agropecuario y formar su propio estado.
Aquí vemos Cardola, en una vista caudolateral axial simple
La historia se centra en un pequeñín especial llamado Rodriguez (Los maíces son respetuosos, se llaman por su apellido), quién quería simplemente aventurarse. Salir de Cardola. Ir a la gran ciudad. Rodriguez...Rodriguez soñaba con ser pochoclo. Mientras los otros querían lo de siempre, crecer, cultivarse, ser choclo de sopa o de empanada de humita...Rodriguez quería ser pochoclo.Este era el hogar de Rodriguez. Quedaba en Azotobacter 551 entre Simbiótica y Calicata. Su familia era numerosa, descendían de italianos.
Rodriguez era un buen amigo. Sus amigos lo catalogaban como alguien genial que siempre estaba dispuesto a escuchar a los demás. Aunque al no tener sistema auditivo, le costaba entender. Pero los choclos se las arreglan bien, gracias a las vitaminas que les dan su color amarillento.
El día que cumplió los 11 meses -Momento de maduración de todo choclo-, comunicó la idea a sus padres quiénes a pesar de su pesar (!!) le dieron el permiso. Por lo que nuestro amigo se tomó un remise a la gran ciudad.
Este es Rodriguez ya madurite.
El Remisero se sintió extrañado cuando paró el coche y vió subir a Rodriguez. Pero al escuchar su historia, se enterneció, se sonó los mocos y fueron a la ciudad. Rodri (Ya estamos en confianza) llegó con los ojos llenos de lágrimas, y se dispuso a buscar trabajo.
Tardó días y días en que alguien lo tome en serio. Ah porque me olvidé de mencionar...no sólo no escuchan sino que tampoco hablan los maíces. Asi que mediante lenguaje de señas, un pochoclero chic de la zona se dispuso a darle una oportunidad.
Rodriguez en el puestito del pochoclero chic Ramón Ronato.
Cuando Rodriguez se acercó al puestito...divisó a una pochoclina que no había estallado del todo. Se llamaba Marianela. Era bien morena, venía de maizales de Venezuela. Cuando la conoció, él y ella se hicieron grandes amigos. Y ella le contó la triste verdad.
Para poder ser un pochoclo...el maíz debe sufrir una transformación dolorosa y ardiente, y luego muere. Simple, se muere. Se lo calienta, se le echa azúcar (Los maíces nunca fueron muy amigos de los azúcares....se hacían los vivos porque eran más usados), y se los deja ahí a la vista para que los humanos se lo coman mientras miran películas. Rodriguez se sentía confundido...
¿Morir y ser alguien...o vivir y ser naides?.
El cagón de Rodriguez decidió volverse al maizal.
Se tomó el 456A que agarra la ruta de los cereales y llega a Cardola. Volvió devastado...pero su familia lo recibió felizmente.
¿Que pasó al final? El boludo se dejó estar y cuando lo cosecharon lo mandaron a una empanadería. Lo mataron y lo metieron entre la humita. Y bueh...él no quiso jugársela a ser un pochoclo de vitrina.
Moraleja de la historia:
Rodriguez es un pelotudo. Pero es el pelotudo que todos llevamos dentro. El conformista, el que no se juega, el que no mira más allá de lo que le ofrecen. Claro que si. No te conformes con lo que te toca!! No valias a lo fácil, amiguito de la vida...SACÁ EL POCHOCLO QUE HAY EN VOS!
El fin.
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