Mala pa las trampas

No sirvo para algunas forradas diarias que se ven en la sociedad nuestra, tan divina ella.
No me gusta colarme en las filas, meterme antes que otro sólo por ahorrar unos minutos, hacer trampa en ciertos lugares para hacer las cosas más rápido. Soy de esas que si está en la fila del colectivo esperando, y veo que viene la típica persona que se quiere hacer la boluda para subir antes, la cago a pedos. Haga la fila señora, que acá nadie tiene el culo de oro.
Tampoco soy buena para hacerme la dormida en el colectivo cuando sube alguien que necesita el asiento, cosa que me indigna completamente. Nomás hace dos días le dije a una señora que le dejara el asiento a un pobre hombre que llevaba el boleto en la boca, con una mano se sostenía, y con la otra se apoyaba en el bastón. Vamos gente, malísimo. [Y hoy a mi abuela no le dejaban el asiento ni aunque rifáramos un iphone].

Hoy en el centro médico me tocó sentir esa verguenza que me provoca "la avivada porteña", cuando me toca de cerca. Y en mi familia, algunos miembros tienen avidez por "safar" en todo lo que se pueda.
Mi tía me acompañaba, y como se conoce a medio mundo ahí adentro, me sacó los turnos que necesitaba sin hacer filas ni nada. A todo esto, en la obra social que tengo solamente se pueden sacar turnos por teléfono [típica llamada con espera de más de 20 minutos]. La incomodidad me llevó hasta la farmacia, donde otra vez lo mismo. Me sacó la receta de las manos y compró todo, y había mucha gente adelante nuestro.
Todo bien, terminé rapidísimo, pero ponerme a tono con los demás que hacen todas estas cosas que me pudren, no me gustó ni tres rábanos.
Son cosas que realmente me joroban. Si la vida se rigiera por el tango Cambalache "(...) el que no llora no mama, y el que no afana es un gil (...)", yo estaría definida como una pelotuda a pedal.
Igual me quedo con ser pelotuda.